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Por Xabier Bru de Sala. Disfrazarse de nudista no es tan fácil como parece. Prueben, prueben y verán como no basta con desnudarse. ...caí en la cuenta de mi primer fallo, mi camiseta era demasiado larga. La única entre los paseantes que traspasaba la línea Maginot. ¡La única! Tampoco era cuestión de arremangársela, pero sí de proceder, de vuelta, a una inmediata y drástica selección. Eliminadas todas las que lleguen cinco centímetros más abajo del ombligo... Pasemos por alto el bochorno de esperar en los lavabos de hombres, habiendo puertas abiertas a la vista en el de mujeres y no queriendo imitar a los espabilados que se colaban, para comprobar al poco que del de hombres también salen chicas, igual que de las duchas. ¿Quién se fija en esas figuritas discriminatorias que separan las faldas cuando ya está todo visto? En algunas de las incontables áreas de acceso y limpieza, los carteles han desaparecido. Mientras esperaba, cierta señora en pijama estaba llenando una de las lavadoras que había en una caseta al lado. Metió la mano tras embutir la ropa y, al comprobar que aún cabía, se quitó la que llevaba y adentro con ella. Qué quieren que les diga, la primera vez, sorprende. Y también sorprende la extrema pulcritud de esa subespecie, la más retroprogresiva, que diría Pániker, de la humanidad. Parece que en vez de utilizar los lavabos, hayan entrado a limpiarlos. Ni un pelo, ni siquiera en las duchas, aunque ya había empezado a vislumbrar el porqué. En los accesos a las piscinas y en las playas, el símbolo de prohibición más insólito, lo nunca imaginado. ¡Prohibido llevar bikini! O bañador. Shorts, sí. Camiseta también, aunque nada se dice de la medida, o ambas prendas, pero ni hablar de bañador o bikini. ¿Bajo pena de multa o arresto? No llegan a tanto, pero sí se advierte que los infractores no serán atendidos por el personal de servicio. FUENTE: La Vanguardia
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